Antes del inicio de la vida y de que el cosmos tomara forma, existían la Luz y el Vacío. La Luz formaban gran des torrentes de energía viviente que, al expandirse, dejaba tras de si restos de la nada. En esa ausencia de Luz se forma el Vacío, una fuerza oscura que devoraba toda energía. 

Al crecer ambas fuerzas, Luz y Vacío se enfrentaron, generando así una serie de explosiones que desgarraron el tejido de la realidad. Esto supuso el nacimiento del universo físico, surcado por las energías liberadas de la Luz y el Vacío en forma de materia pura hasta formar numerosos mundos primordiales.

La vorágine de fuego y magia consecuencia del universo en constante expansión, conocido como la Gran Oscuridad del Más Allá, dio lugar al Vacío Abisal, una dimensión astral formada por la fusión de las energías más inestables derivadas de ese conflicto, traspasando a la realidad al rasgar el velo de la Gran Oscuridad. A su vez, la Luz también se diseminó por la realidad insuflando a varios mundos con la chispa de la vida. 

Las formas de vida más comunes fueron los espíritus elementales, seres primordiales de fuego, agua, tierra y aire. Pero también surgieron seres de mayor poder como los naaru, criaturas benevolentes compuestas de energía sagrada que juraron emplear dicha energía para difundir la esperanza y nutrir la vida.

En este punto surgen también los colosales titanes, cuyos espíritus se forjaban en el núcleo de un puñado de mundos. Mientras dormían, sus energías bañaban los cuerpos celestiales que habitaban y, una vez despiertos, emergían como una figuras gigantescas cuyos cuerpos estaban envueltos por una capa de polvo estelar, siendo su piel de cordilleras y océanos de magia latente.

El primer titán en derpertar fue Aman’Thul, quien recorrió en soledad la Gran Oscuridad en busca de otros titanes, con la certeza de que no podía ser el único de su especie. Al encontrar a alguno de sus hermanos, los alimentaba y los liberaba de su letargo, uniéndose estos a su noble búsqueda.

El Panteón, como sería conocido este conjunto de titanes, juró respetar el código de templanza con las civilizaciones que encontraban en los diferentes mundos que visitaban, incluso las de los espíritus elementales, ya que poseían una afinidad natural con la magia latente del universo y ello les confería un increíble poder. 

Para confirmar la presencia de un alma-mundo impartían el orden pacificando a la población elemental, reformando el mundo con grandes montañas, océanos y cielos, y sembrando formas de vida. El Panteón juró proteger estos mundos vivos e incluso aquellos inertes que no contenían un espíritu dormido, otorgando a ciertas formas de vida la capacidad de defender la integridad de sus mundos ordenados. Surgen así los constelar, seres celestiales que, por mandato de los titanes, podían erradicar la vida para reiniciar su proceso evolutivo si sucumbían al desorden. Para elaborar esta tarea, los titanes incrustaron colosales máquinas en la superficie de los mundos para vigilarlos y purgarlos de ser necesario.

  • Aman’Thul – Alto Padre del Panteón
  • Sargeras – Defensor del Panteón
  • Aggramar – Lugarteniente del Gran Sargeras
  • Eonar – La Vinculadora de Vida
  • Khaz’goroth – Moldeador y Forjador de Mundos
  • Norgannon – Guardián de la Magia y el Saber Celestiales
  • Golganneth – Señor de los Cielos y los Rugientes Océanos

Aunque los titanes lo ignorasen en un principio, unas fuerzas malignas también se alzaban en los confines de la Gran Oscuridad desde el primer instante de la creación del cosmos. Estas fuerzas eran espíritus oscuros que intentaban retorcer la realidad y convertirla en un reino de tormento eterno.

Envidiosos del poder del Panteón, los señores del Vacío planearon corromper a uno de los titanes y convertirlo en instrumentos de su voluntad. Sin embargo, a pesar de conseguir manifestarse en el universo físico y deformar a los habitantes de la creación, los titanes eran inmunes a su corrupción. Por este motivo decidieron influenciar a uno en su etapa más vulnerable: antes de despertar.

Al no saber qué mundos contenían espíritus dormidos, unieron sus poderes para dispersar cruaturas oscuras por todo el universo con la esperanza que de alguna de ellas tuviera suerte de encontrar a un titán durmiente. Estos seres recibieron el nombre de dioses antiguos, y contaminaron los mundos mortales a los que llegaron durante su terrible búsqueda. 

Sin embargo, su existencia pasó inadvertida para los titanes quienes debían hacer frente a una amenaza más latente: los demonios. 

Estas feroces criaturas, nacidas en El Vacío Abisal, se regodeaban en su entrega a la maldad y el odio ilimitados, y no ansiaban más que la destrucción total de toda vida en el universo.

Al igual que sucedió en la Gran Oscuridad, la vida también apareció en El Vacío Abisal, y las criaturas que emergieron de tan turbulento reino recibieron el nombre de demonios. Nacidos de las energías y la Luz y el Vacío que se filtraron por las fronteras de esta dimensión, los demonios disfrutaban llevando sus poderes al límite sin importar las consecuencias, tanto en el empleo de la energía del vacío como con los poderes de la magia vil. Lograron emerger al universo físico y aterrorizar a civilizaciones mortales a las que llevaron la ruina a su paso.

Aunque había múltiples tipos de demonios, los más poderosos eran los Nathrezim o señores del terror, que se servían de su inteligencia para manipular la magia de las sombras. Se infiltraban en civilizaciones mortales y enfrentaban a naciones unas contra otras. A medida que las naciones caían corrompían a la población, convirtiéndoles en nuevas clases de demonios. Los Nathrezim son los creadores de los abisales y los infernales, que no son más que amalgamas de materia y energía vil sin mente.

Por otro lado estaban los annihilan o señores del foso, conquistadores de mundos. Masacraban y torturaban a quien se cruzaba en su camino, llegando incluso a esclavizar a demonios menores para emplearlos como carne de cañón en sus asaltos contra las civilizaciones mortales.

Los titanes, al saber de las incursiones demoníacas en los diferentes rincones de la creación, enviaron a su mejor guerrero, el noble Sargeras, que juró no descansar hasta librar al universo de toda influencia demoníaca.

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